Lo malo de las peleas, no es el tiempo que se invierte. No
es el sabor amargo que queda cuando se ha dicho todo, sin haber dicho realmente
nada. No son las heridas que dejan a su paso la adrenalina, la urgencia por ser
el de la última palabra o la ingenua necesidad de salir, cada uno a su modo,
victorioso. Lo malo de las peleas es que cuando acaban, si se puede decir así,
ninguno sabe que se dijo por decir o porque se tenía que decir...
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