Yo era de los que creían que el entrar en contacto cercano con la muerte, te cambiaba. Ya se que suena como un típico guión de película, pero me parecía que debía ser cierto. Exactamente no podría explicar el argumento, pero sentía que se generaría una gran carga emocional, un vértice reflexivo o no se exactamente que, pero algo que se quedaba en cada uno de nosotros.
Lo creí por muchos años, incluso después de saber que estuve apunto de morir al nacer, de pasar un par de accidentes un poco aparatosos, eh incluso después de experimentar eso de que la vida no está comprada y que aunque hoy te sientas perfecto, mañanas puedes estar en la cama de un hospital. En fin, la cosa es que después de todos estos años entendí que a diario estamos en contacto con la muerte, puesto a que somos absolutamente temporales y como tales pensamos. No nos gusta pensar en que algún día no estaremos, sin embargo poco pensamos en que hoy aquí estamos. Vivimos en el mañana, en el ayer, en el cada vez más gigantesco ojalá y hasta en el un día de estos.
Ahora creo que lo que realmente te cambia es esos momentos en los que estas realmente en contacto con la vida. Ese beso inesperado, ese primer trago del café por la mañana, esa canción en la radio que apuestas compusieron para ti, esa fotografía que te llevo de nuevo a aquel atardecer, y por supuesto, esa primera mirada (o última, ¿por que no?).
Algunas de estas cosas podrán parecer cosas triviales y otras realmente trascendentales y no parecerían ser comparables, pero justo eso es parte del problema, a veces estamos tan ocupados mientras medimos, comparamos y clasificamos que no nos detemos a simplemente vivir. Que sí es bueno, que si es malo, que si es legal, que si es ético, que sí está prohibido, que si es recomendable, que si es el primero, que si ya no hay más... ¿Qué más da?
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